miércoles, 25 de junio de 2008

A veces, al ver a los chicos de hoy, creo que nuestra infancia, la de los de 30 a 40, fue mas bien tonta. Mi nena de 3 años maneja el navegador de internet con una soltura increíble, por pura memoria visual. Y yo me topé con una computadora recién a los 21. Como todos, me siento orgullosa de las capacidades que reflejan estos chicos, porque me hacen sentir que soy madre de una superdotada, que en realidad no es más que una criatura inocente que refleja y exterioriza la multiplicidad de estímulos que existen hoy por hoy. Estímulos que sus papis no teníamos. Imágenes y palabras que se graban en sus cerebros y se convierten en generadores de ideas y argumentos sorprendentes. Me pregunto si yo hubiera sido diferente en mi desarrollo intelectual de haber contado con semejantes posibilidades. Jamás lo voy a saber. Finalmente, es hora de aceptar que hasta acá llegué, y de intentar humildemente que mis hijas aprovechen y maximicen estas oportunidades, sin perder el candor de la niñez.

Y ésta es la pequeñita de la casa,
Sofía Juliana.

sábado, 12 de enero de 2008

Este debe ser mi primer poema "oficial"

1989

Hombre desconocido,

De mirada profunda y lejana

¿cómo será tu rostro,

Cómo será tu alma?

Imagino tus ojos,

Brillantes como el alba

Tu piel tersa y morena,

Tu risa clara

Hombre desconocido,

De caricias suaves y amadas

¿está tu alma dolida,

Está tu alma estallada?

….

Hombre desconocido,

Ya conocido

¿has encontrado, acaso, paz en el olvido?

lunes, 11 de junio de 2007

martes, 3 de abril de 2007


... pero mi mejor creación es ésta... Ivana

Visitante

Viniste desde la penumbra

Encaramándote sobre mis hombros

Heriste con el fuego

La insolencia, la cerrazón, el hastío, la voracidad

Estos despojos que de mí se esparcen

Cierro los ojos para no verte

Pero estás ahí, frente a mí e implacable

Estiro los dedos para tocarte

Y comprobar que eres una sombra

Pero no

Tu cuerpo es tan sólido

Como este invierno que nace

Tus cabellos ya no ríen,

Pero tu carcajada es temible

Tus caricias se vierten heladas

Cada vez que me nombras

Tus pies andan descalzos

Y sangrientos

Tu sexo huérfano, tu humedad ardiente

Qué quieres de mí, qué me imploras

Si no eres más que el umbral de mi memoria

Qué exiges, famélico

De estos brazos que te dejaron muerto

Qué carne blanda buscas

En mi corazón

Qué fibra escondida

Si mi alma abandonó el sentimiento

Hace años ya

Si yerra perdida

Desde que tú y yo

Separamos nuestras vidas

lunes, 6 de noviembre de 2006

Fortuito

Quiero encontrar en tu geografía un hueco que me exija respirar, aunque sólo te lo tome prestado muy de vez en cuando, en las minúsculas horas en que la asfixia sea tan temible que resulte indispensable apropiarme de tu libertad.
Quiero sentir mi carne en carne viva. Gemir hasta el último de los gemidos, sin que importe quién fui en otras vidas, cuál es hoy mi nombre o el color de mis ojos y el color de mis ideas.
Quiero rasgar mi piel en jirones de plata, vestirme de sirena y cantar la magia que sólo conocemos los poetas, los desaforados y los locos.
Quiero envolverme con lo poco que me des, mutar mi identidad día tras día para ser anónima y pasajera. Quiero gritar y sudar y vibrar. Ser la más superflua, la más egoísta, la más primitiva de las primitivas de la Tierra.
Quiero, por una vez, saber lo que se siente si chocan nuestros cuerpos que en esta buena hora intentan encontrarse, sin más incentivo que el placer del orgasmo y la casualidad oportuna de habernos conocido.
Quiero que tus sentidos tracen una línea de saliva en mi espalda, que me vuelvas loca de pasión y así, adicta a la pasión y a tu torrente de palabras, enloquecer.
(No quiero atarme a vos sino a lo que pueda robarte, y volver a encontrarte si la necesidad o el deseo se tornan grandes o insoportables...)
Quiero hacerte el amor con furia, sin detenerme por vergüenza, y luego convertirnos en dos intelectuales un poco frívolos, mientras seamos capaces de amanecer en el boliche sin haber pedido más que dos cervezas.

Quiero -finalmente-, morderte la boca, beber la sangre de tus labios y, como un vampiro solitario, escapar hacia la noche cenicienta a través de una ventana, desvestida de promesas y de lágrimas...
De la sombra a la luz
Es un espiral de bruma
y ruido
este instante obscuro
ruin, invierno
que lentamente muere en mí
Polvo y harapos
sueño y brújula
la expresión tardía,
monótona en mi ser

Es un cielo enajenado
de nubes y de humo
trueno, relámpago

Busco en vano
más de una respuesta
en el silencio
en el llanto
y en el fuego blanco
que acaricia
mi costado

Veo
esa luz pálida
a lo lejos

busco
tomar mi luz despacio
entre las manos

jueves, 14 de septiembre de 2006

DESIGUAL REPARTO DE LA BELLEZA

Definitivamente, no soy ésa.
Sin embargo, el día que llegué me miraron de arriba a abajo, contaron todos mis deditos y hasta escrutaron el color de mis ojos. “Qué hermosa bebé”, dijeron todos. Y tenían razón, lo digo sin falsa modestia.
Tenían razón incluso cuando fui creciendo y miraron mis ojos gris – verdoso, mi lacio cabello castaño, mi naricita respingada y las pecas que surcaban mi carita feliz. “Qué hermosa nena”, afirmaron todos, “Lástima que sea tan introvertida”.
El tiempo pasó lentamente, tan lentamente que en un abrir y cerrar de ojos fui perdiendo la inocencia y la tersura, el color del pelo y la nariz refinada.
Así, casi sin aviso e invadiéndolo todo, llegaron los anuncios y las modelos, los talles pequeños y la anorexia. Ganaron las calles, quisieron imponer su estilo y lo lograron.
Ahora, cada vez que me levanto y veo mis canas, las arrugitas en los ojos, la nariz patricia igualita a la de abuela, las manchitas rubí de mis mejillas… ahora me doy cuenta de que nunca fui, ni seré, la chica hermosa de la propaganda. La del cabello brillante y largo, la de los bucles de oro, la del cutis suave y límpido, la de los dientes blancos y derechos. La del cuerpo que no muestra cicatrices ni flaccideces.
Jamás seré la que resplandece a toda hora en la publicidad de la crema, nunca la que siempre está en forma, la de las carnes firmes y la carente de celulitis. Nunca podré estar siempre relajada y dispuesta, con la sonrisa colgada de la cara, jamás sin el frizz en la cabeza ni las uñas prolijas o el bronceado perfecto. No, no podré ser la jovencita eterna que cautiva a todos, ni la que sale en las portadas de las revistas de moda. Nunca entraré en esos jeans diminutos, ni podré usar el trikini y mucho menos hacer topless. Nunca podré disimular estas ojeras incipientes sin usar demasiado maquillaje. No podré vivir pendiente todo el día de mi cuerpo y mis hormonas.
No podré, así como tampoco podré sentirme poca cosa, pese a ese malestar siniestro que me coge cuando miro sus rostros estupendos en mi televisor o en los carteles.
Nunca podré ser ésa, ésa que llegó triunfante de antemano al reparto de la belleza.
Y no me importa, de verdad no me importa. Aunque a veces mi vanidad me juegue en contra y me invite a cerrar los ojos y apretarlos fuerte, para imaginar por un segundo que sí soy ésa.
Por Mariana V. Fernández

sábado, 26 de agosto de 2006

"si fui flojo, si fui ciego,
sólo quiero que comprendan
el valor que representa
el coraje de querer". ALFREDO LEPERA