viernes, 18 de agosto de 2006

Parece que hay personas que se ciñen a las costumbres y se llaman a sí mismos “cultores de la buena moral”. Ellas no aceptan a estos seres libres y afortunados, que caminan descalzos y chapotean en los charcos, porque piensan que se exponen a mancharse la corbata y eso no es recomendable.
Estas personas se sientan erguidas tras sus escritorios de ascendentes oficinistas, y pregonan con autosuficiencia que al éxito hay que alcanzarlo a como dé lugar, aunque rueden cabezas y corra la sangre.
Por eso, no toleran a aquellos seres desordenados y tibios, que le cantan al sol y se emocionan cuando la gente les sonríe, o si reciben un poema de regalo en un día cualquiera, y que se sientan en la vereda a observar una fila de hormigas trepando hacia un malvón.
Si te quitaras los anteojos y aflojaras el nudo de tu corbata, verías mejor las cosas y estarías más tranquilo.
De qué sirve viajar apretado en un tren, acelerar el paso en las estaciones sólo porque otros lo hacen, llegar a la hora precisa y no encontrar a nadie, asumir la rutina cotidiana de apagar el reloj - apurar el café - sacar la basura y ganar la calle... si aún así ( siendo tan correcto ) señalás con dedo acusador a quien se atreve a querer y es sensible, si no comprendés que más allá de tus cristales existen otras vidas respetables y torrentes de pasión puestos en las cosas sencillas. Si no caés en la cuenta de que es grato ser buena persona y si al final es por eso que te van a medir en la mala hora...

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